AGONÍA EN LA ÉTICA SOCIAL DEL PERÚ
INTRODUCCIÓN
Ética es lo que
realmente da sentido trascendente, autenticidad y coherencia al quehacer del
hombre, en lo personal y en su convivencia con los demás. Ética no es algo
sobreañadido respecto al ser mismo del hombre, sino vocación del hombre a ser
verdaderamente humano, a tener que encontrar y dar sentido a su vida en la
búsqueda de su realización auténtica y plena. El deber ser de la ética surge y
se sustenta en el ser mismo del hombre, en su estructura antropológica.
¿Por qué la ética
sigue siendo olvidada, aunque se acepte que todas las creencias?
MARCO
TEÓRICO
1.1.
Agonia.
Al utilizar el término agonía, la Real Academia
Española hace mención: “Pena o
aflicción extremada, angustia y congoja del moribundo, estado que precede a la
muerte”. Ubicando este término en el
ámbito de la ética social, podemos señalar que, existe un detrimento de las
normas y valores que preceden al buen comportamiento, comportamiento peruano
que nos está llevando a las tinieblas de la muerte, un mundo olvidado de
ignorancia, repudio y desesperanza, donde muchos países tercermundistas
merodean el límite de acceso.
Al conceptualizar el término “ética social”, Stob
(1982, citado por Roldán, 2005) hace referencia que, es el estudio de la
conducta moral de los individuos y de las realidades colectivas. En tal
sentido, la preocupación sobre aspectos éticos de la persona deben ser
calificados socialmente. Bajo la perspectiva psicosocial, es necesario analizar
la conducta antiética del peruano, para partir hacia la intervención donde el
psicólogo juega un rol imprescindible.
1.2.
¿Cuáles son las conductas
antiéticas más usuales en el peruano? ¿Qué nos caracteriza?
Empecemos con la cuenta: políticos que gozan de
sueldos altos, lo que constituye una cachetada para la pobreza; congresistas
que convierten en un campo de batalla su día a día laboral, donde la norma a
seguir es “nunca
unificar criterios, dile sí a la contradicción, a la terquedad, a la burla, a
los insultos, y dile no a las soluciones para nuestro país”. Continuando con nuestra cuenta, encontramos a grandes tiendas que, para su
beneficio común, se valen de la alienación del peruano, para sacar al mercado
marcas que muestran a modelos importados, ignorando rasgos indígenas, que son
parte de un considerable número de peruanos. Ahora sí, iniciemos el conteo a
nivel ocupacional o profesional: encontramos al negociante que piratea todo
producto novedoso, al chofer que maneja ebrio, al policía solicitando su
“propinita”, al profesor que recibe “recompensas” por aprobar, al abogado que
defiende cada caso sin importar la real justicia, y finalmente.
1.3.
¿Qué podríamos decir del psicólogo o del estudiante de psicología?
Parece que tampoco se han
librado, hallamos a universitarios que aproximan resultados
numéricos de evaluaciones psicológicas, para que estas se ajusten a lo que desean
obtener; también a aquellos que sin ningún reparo comentan a detalle todo lo
que un paciente expresó en consulta. Sólo son algunas de las tantas conductas
que atentan contra la ética, un buen “producto
peruano”.
Hasta este momento, parece todo pesimismo; pero no
todo es oscuridad, no es el mundo de las tinieblas, un destello de luz levanta
la esperanza. Y si hablamos de esperanza, la Psicología Social es una
ciencia potencialmente apta para brindar sus conocimientos teóricos y prácticos
hacia la intervención y el desarrollo de conductas socialmente éticas.
1.4.
¿Cómo Empezar?
Ortiz (2007) menciona que, para el desarrollo de la
ética social, el foco de atención debe ser la educación en las escuelas. Así,
se vuelve necesario implementar el curso de ética social desde el nivel
primario, dándole las horas académicas necesarias y la rigurosidad en la
calidad de enseñanza que demanda. Desde muy pequeños, es posible fomentar el
análisis de nuestro contexto, utilizando la metodología necesaria que apunte
hacia el aprendizaje significativo y, respetando el crecimiento y desarrollo
cognitivo de cada alumno.
El psicólogo puede ayudar desde la intervención
comunitaria. Para ello, se debe concebir al hombre como producto de una
constante influencia social sobre el desarrollo de su personalidad, tal y como
lo afirma Ortiz (2007).
La concepción del hombre como ser psicosocial ayudará
a encontrar la forma más certera de intervenir. Así se puede desarrollar
programas de intervención a nivel de niños y/o adolescentes y, en conjunto,
programas de intervención para la familia y profesores. Se apuntaría a trabajar
con las personas más cercanas al niño y/o adolescente, asegurándonos una
constante retroalimentación de conductas éticas por parte de la sociedad
correspondiente a cada individuo.
Esto es posible con un trabajo interdisciplinario,
donde psicólogos, profesores, trabajadores sociales, sociólogos, etc. puedan
apoyar. Sin embargo, desde ya se puede dar inicio a este arduo trabajo, como
internos de psicología podemos fomentar programas comunitarios que apunten al
desarrollo de conductas socialmente éticas.
La ética sólo estudia los actos humanos, conscientes y
libres, ya que sólo estos tienen una valoración moral. La ética trata de
conocer lo mejor posible la naturaleza humana y la actuación que le conviene a
partir de todas las demás ciencias: medicina, biología, filosofía, sociología,
etc.
La ética es una realidad cotidiana que nos atañe a
todos y por eso, desde pequeños, continuamente emitimos juicios acerca de lo que
nos rodea y de nosotros mismos. Cuando decimos que alguien actúa «bien» o
«mal» estamos emitiendo un juicio ético, y cuando decimos cómo tendría que
actuar, dado una norma ética. Por eso, la ética es una realidad que está a la
orden del día. Un juicio es ético o de valor si compara el comportamiento real
de los hombres con el que deberían tener (el ser con el debe ser). Si no es
meramente descriptivo, sociológico.
La ética no se conforma con conocer la naturaleza
humana y emitir juicios lo más verdadera y objetivamente posible, intenta
ayudar a los hombres para hacerlos más dichosos dándoles buenas normas que les
sirvan de guía.
Es necesario distinguir entre
las normas universales dadas por la ética
racional (basadas en el estudio de la naturaleza humana compartida por todos
los hombres y con el único fin de ayudarles a ser más felices) y las
interpretaciones particulares de esas normas dadas por las éticas concretas que
buscan también otros fines (políticos, económicos, religiosos, etc.) y van
cambiando con el acontecer de las distintas circunstancias de la historia, o
de un país a otro. La ética es una ciencia rigurosa pues, aunque no conozca
totalmente la realidad humana, es un intento objetivo y racional de aproximarse
a ella.
Todas las ciencias tienen un
objeto material (aquello que estudian), un objeto formal (o punto de vista
desde el que estudian su objeto material) y un método propio. La ética también los tiene: su objeto
material son los actos humanos (se entiende por «acto humano» el que es consciente
y i- (|ucrido, frente al mero «acto del hombre» que es aquel que no: alguno de
estos dos requisitos). Su objeto formal es la bondad o de estos actos para
lograr la mayor felicidad del que los hace (que va irremisiblemente unida a la
de los que tiene a su alrededor). Su método es el de la filosofía (puesto que
la ética es una parte de ella, filosofía aplicada): el método racional.
Los hombres averiguan cuál es el comportamiento que les conviene observando
cómo actúan unos y otros y qué consecuencias se derivan de sus actos a corto y
largo plazo. Estudiando directamente cómo es la naturaleza humana, para saber
qué es lo esencial y común a todos los hombres, y qué es accidental y
distintivo en cada uno, qué posibilidades tiene desde su nacimiento por el
hecho de ser hombre, etc. De esta manera, de un modo racional, la ética va poco
a poco haciéndose una idea cada vez más clara de qué es el hombre, cómo estamos
hechos y cómo hemos de comportarnos para sacarle el máximo partido a nuestro
propio ser, actualizando todas nuestras posibilidades y consiguiendo así ser
más acertado (no todos los caminos
conducen a la mayor dicha, muchos llevan al fracaso y a la frustración).
Como las normas de la ética son generales y no pueden descender a los
casos concretos de la vida, por estar llenos de circunstancias particulares, la
norma suprema de conducta debe ser siempre lo que nos diga nuestra propia
conciencia. La finalidad de la ética es que los hombres sean más consientes y
más voluntariosos, más humanos y más felices.
Llevar una vida ética, no es una carga pesada. Es sólo un modo de
vivir. Es el único estilo de vida coherente con la vida misma que es siempre
lucha, esfuerzo por mantenerse, por diferenciarse por lo mejor. Sin embargo,
la lucha no es siempre evitar lo malo, es sobre todo, tener la fuerza
suficiente para llevar adelante un compromiso de vida consecuente con la
dignidad de la persona.
La ética
no consiste en cumplir normas que se imponen arbitrariamente al hombre y que
más bien parecería estorbar su vida y realización humana. Pero tampoco es
consecuente una ética relativista, individualista o pragmática que hace
depender totalmente de las diferencias de culturas, personas o intereses.
Menos aún tiene sentido una ética fácil (light), del todo vale, si me parece
bien o me conviene. Frente a estas falsas alternativas se hace necesario
clarificar qué es la ética y su significado para el ser humano y su vida.
Ética
es lo que realmente da sentido trascendente, autenticidad y coherencia al
quehacer del hombre, en lo personal y en su convivencia con los demás. Ética no
es algo sobreañadido respecto al ser mismo del hombre, sino vocación del hombre
a ser verdaderamente humano, a tener que encontrar y dar sentido a su vida en
la búsqueda de su realización auténtica y plena. El deber ser de la ética surge
y se sustenta en el ser mismo del hombre, en su estructura antropológica.
Las normas morales, aparecen
fundadas en la propia naturaleza humana; son aquellas pautas de conducta que
ayudan a su realización auténtica: son
buenas porque ayudan a ser más y mejores personas. La ética es búsqueda de
felicidad que solo se puede adquirir con la conducta moral buscando el bien
absoluto que nos orienta en el uso justo de todos los otros bienes de la
creación. Lo esencial para la ética es que el acto sea voluntario, consciente y
querido. El ser humano construye la ética introduciendo el orden racional en el
mundo de lo pasional. Pero no bastan actos aislados para la bondad ética. Es
necesario repetirlos de tal manera que se inscriban lo nuestro propio
ser como una cualidad permanente, que se vuelvan habituales.
La ética es la inspiración positiva por la que el
hombre trata de vivir conforme a lo que encuentra de mejor en sí mismo. Lo
absoluto en la ética es el ser humano, todo lo demás es relativo al ser humano.
El compromiso ético requiere la presencia equilibrada de la
inteligencia, la voluntad (libertad) y ¡a afectividad para dar cuenta de todo
lo humano en el hombre.
Es necesario distinguir entre
las normas universales dadas por la ética
racional y las interpretaciones particulares de las éticas concretas que buscan
además otros fines (políticos, económicos, profesionales, etc.) y van cambiando
espacio-temporalmente.
¿Por
qué la diferencia entre países desarrollados y subdesarrollar. Muchos señalan
que la razón aparente se debe a la economía sólida de los países ricos. Sin
embargo, la razón fundamental, afirman los pensadores, son por los valores que
se encuentran enraizados en las costumbres, en el modo de vida y en general en
las sociedades de esos países del primer mundo.
Al realizar una investigación de la conducta de las personas en los países
desarrollados se descubre que casi toda la población está regida por reglas,
leyes y conductas que todos respetan. Respetan el orden, tienen puntualidad,
responsabilidad, deseos de superación, honradez, el derecho de los demás,
amoral trabajo, integridad, planificación, inversión, ahorro, limpieza, etc.
Los pueblos desarrollados
cuidan el fiel cumplimiento de las normas éticas. Su calidad humana está determinada por su
moral. La moral es causa de su desarrollo social y las consecuencias de ésta
son su desarrollo económico, material. Nosotros no tenemos porqué envidiar a
ellos. Nuestros antepasados, los incas, tuvieron mayor grandeza espiritual y
material que ellos. Tenemos que rescatar dichos valores que siempre estuvieron
presentes en la Historia del Perú y que hoy deberían guiar nuestros actos.
La ética mejora el desarrollo de las personas, de las
empresas y del país en su conjunto. La ética como camino hacia el desarrollo
debe ser nuestra meta de realización personal. Cada quien debe usar bien su
libertad para realizar conductas morales y ser lo que debiéramos ser. El gran
camino que buscamos está al interior de cada hombre, no fuera de él, por eso es
posible mejorar nuestro destino. La excelencia humana, la ética, tenemos que
acostumbrarnos a buscarla todos los días. Puede ser difícil pero no imposible
su logro.
La vida moral, en su sentido
primigenio y más profundo, es
siempre personal. Cada ser humano se eleva a la comprensión del valor del bien
y procura plasmar en la realidad dicho valor, cuando se da cuenta de que
determinada acción es valiosa y debe realizarse. Es así que de lo hondo de cada
persona brota su comportamiento ético. Quien por su propio esfuerzo no se eleva
al valor del bien, no capta dicho valor, y se limita a seguir el mandato de
otra persona, o a obedecer ciertas costumbres del grupo social, no posee vida
moral. La libertad, por ser uno de los pilares esenciales de la moralidad, hace
que la vida moral sea personal, algo enraizado en cada ser humano. Cualquier
desviación a lo social («hago esto porque el grupo social lo hace») constituye
una destrucción de la vida ética. Sin embargo, conviene advertir que uno de los
rasgos esenciales de nuestra existencia como personas es el vivir en sociedad.
El hombre como ser libre conserva frente a él una intimidad independiente, pero
su vida no se efectúa ni se perfecciona sin la comunidad.
Cada persona poniendo en acción las potencias de su espíritu, se eleva al bien,
descubriendo lo moralmente valioso y se propone a realizarlo. Pero este
comportamiento (que tiene su fuente en el ser de cada persona) en cuanto se
ejecuta (como acción o como omisión) en el mundo, casi siempre produce diversos
efectos sociales, casi siempre repercute en otro u otros seres humanos.
No existe una moral social. Hay
sí, una moral con efectos
sociales, pero que es siempre moral personal. Eso no excluye que el grupo
social elaboro, en el curso del tiempo, un conjunto de normas y preceptos
acerca de lo que es bueno y lo que es malo, lo que debe hacerse y lo que no
debe hacerse. Esto viene a ser una cristalización de la experiencia de las personas. Este conjunto
de normas que la sociedad aprueba puede denominarse, etica social.
Cada uno de nuestros actos
tiene siempre algún impacto en los
demás seres. Les hacemos daño, les creamos dificultades, les ponemos una barrera,
o bien, ofrecemos nuestro apoyo, allanamos los problemas, les hacemos sentir
alegría, duplicamos sus fuerzas, creamos sentimientos elevados y puros. Estos
efectos, determinan nuevos actos, que a su vez originan nuevos efectos y así
sucesivamente.
Para ilustrar este aspecto
vamos a referirnos al «Médico de los pobres».
La historia regional del centro del Perú, de las primeras décadas del siglo XX refiere que en Huánuco el médico Carlos Showing
Ferrari desempeñaba su profesión no por amor al dinero sino por amor al
hombre. Si el paciente era de clase acomodada solía cobrar jugosos honorarios,
si era de clase media el cobro era menor, especialmente a los maestros, o íes
dejaba que paguen lo que su disponibilidad les permitía, pero si atendía a
gente pobre no cobraba nada, al contrario le alcanzaba muestras médicas o dinero.
Ante la diferencia económica de sus pacientes fundamentaba un trato diverso a
ellos, practicaba y defendía una justicia distributiva. La justicia social para
él era un principio moral, que exige tratar a todo hombre como un ser digno de
respeto, igual en esencia a nosotros mismos y por ende merecedor de toda
consideración.
1.8.
El
legado de MANUEL MARZAL
La
preocupación de Marzal1 sobre el tema de la ética se remonta a sus primeras
investigaciones antropológicas. En 1977, en sus «Estudios sobre religión
campesina», identifica una «dimensión moralista» que se refleja en la
obligación de guardar ciertas reglas. Sin embargo, no quedaba claro —dice
Marzal— «hasta qué punto puede hablarse de una dimensión ética», menos aún si
el campesino ha logrado descubrir «la caridad al prójimo como un verdadero
culto espiritual» (ERC: 290). La perspectiva antropológica estaba directamente
relacionada con la pastoral cristiana, que era también su perspectiva de vida personal
y vocacional.
En el
año 1983 retoma la cuestión ética en «La transformación religiosa peruana». La
ubica como uno de los aspectos de su investigación y critica la perspectiva
evolucionista que en cierta medida negaba la dimensión ética de las religiones
primitivas. Sin embargo, para centrar el tema y señalar la importancia del
mismo dice que la ética andina estaba orientada, por una parte, a asegurar las
relaciones equitativas dentro del grupo, resumidas en la repetida fórmula ‘no
robes, no mientas y no estés ocioso’ en una sociedad basada en la
‘reciprocidad’ y, por otra parte, a asegurar la veneración hacia los seres del
mundo sagrado, que premiaban o castigaban la conducta de los humanos sobre todo
con sanciones intramundanas. Las raíces éticas cristianas se basaban en el
decálogo revelado por Dios a Moisés y redefinido por Jesucristo en el sermón
del monte y en todo su mensaje evangélico, pero se expresaban en el
comportamiento concreto de los españoles de fines de la edad media, que marca
una verdadera decadencia moral (TRP: 33).
Por
ello, para entender la ética en su dimensión diacrónica, se requería de todas
maneras llevar a cabo «alguna periodización» en la cual se debe considerar la
«percepción de la moral cristiana por el indio» en el proceso peruano, pero
también la percepción de las etapas en las que ha habido «una catequización más
seria y un sistema ritual y organizativas florecientes» (TRP: 433-434) que han
generado personas con «valores cristianos».
La
enseñanza de la ética colonial, sin embargo, dice Marzal, pasó por tres
modalidades: la denuncia de Las Casas, la utopía de minimizar las relaciones
coloniales y la prédica que prescindía del sistema. La primera tendencia
inspiró una corriente a manera de una «escuela de denuncia» que elevaban muchos
clérigos y laicos y que planteaban la licitud o conveniencia de las
encomiendas, el servicio personal y el repartimiento mercantil (TRP: 434). La
segunda tendencia era aquella de los misioneros que querían cumplir con su
misión mediante la evangelización en espacios especiales para los indios, como
eran las doctrinas o las reducciones y que tuvo momentos de gloria. La tercera
tendencia mayoritaria era aquella evangelización que se hizo sin cuestionar el
sistema colonial de fondo (TRP: 434-436)2 y que de algún modo se impuso durante
mucho tiempo. Sin embargo, Marzal era muy consciente que el problema ético en
esas tendencias quedaba pendiente y su desarrollo dependía de la relación con
la matriz andina y cómo desde esta cultura se fue haciendo una lectura de la
ética colonizadora y se ejerció realmente.
Dos
años mas tarde, Marzal publica El sincretismo Iberoamericano (1985), en el cual
sistemáticamente considera la ética como una dimensión del estudio de la
religión en Cusco, Chiapas y Bahía. En el mundo andino, oponiéndose nuevamente
a los evolucionistas, afirma que existe una ética en la medida en que dichas
«normas comprenden tanto ciertos preceptos universales impresos en el corazón
del hombre como la aplicación de los mismos» (SI: 37). Del mismo modo, en el
mundo tzotzil y tzeltal, los indios tienen «arraigado un concepto de pecado que
puede acarrear desgracias en el mundo presente sin que se destaquen sus
repercusiones en la vida del más allá, cuyo código ético concluye tanto las
prohibiciones universales de las ética humana (no matar, no robar, no cometer
adulterio, etcétera) como otras prohibiciones que se refieren al mandamiento
del mundo cultural de las respectivas comunidades» (SI: 74). Finalmente, en el
candomblé, donde hay autonomía como grupo, las personas están regidas por una
serie de tabúes, deberes culturales y de solidaridad con los miembros de su
propio grupo, pero —insiste Marzal reiteradas veces—, «como en la del sistema
andino y maya, es el aspecto sobre el que se dispone de menos información, por
haber sido mucho menos investigado y por tratarse de religiones más centradas
en el culto que en la moral» (SI: 100).
1.9.
El
ramillete de notas sobre moralidades y éticas
Las
preocupaciones por la ética y la moral en las ciencias sociales no son
recientes. Probablemente fue Malinowski quien desarrolló en el capítulo XIII,
«La vida sexual de los salvajes», publicado en inglés en 1929 (1971), acerca de
la moral y las costumbres de los trobriandeses. El autor en mención dice que
«la ‘inmoralidad’, en el sentido de ausencia de todo freno, regla o valor, no
existe en ninguna civilización, por pervertida y desprovista de base que sea».
Se trata de un punto importante para establecer una relatividad cultural de la
moralidad. Más recientemente, Howell (1997) publicó The Ethnography of
Moralities con un número importante de artículos sobre las moralidades en
diversos lugares del planeta. Sin embargo, nuestro interés aquí es más bien
distinto.
Muchos
de los que conocieron a Marzal mantuvieron —en el subconsciente— la idea de
desarrollar algún día el tema de la ética y seguramente aquella intuición
maduró en algunos y permitió tocar el tema de alguna manera. Sin embargo, el
tema de la ética supera la cuestión de las relaciones de amistad y docencia.
Probablemente
otros autores lo han abordado de muchas maneras, pues la manera de relacionarse
cotidianamente entre seres humanos es sumamente importante para dejar de
hacerlo. La ética, definitivamente, es un tema trasversal y toca las diversas
dimensiones de la vida, la economía, la política, la educación, la vida
cotidiana y la religiosidad. Aquí solo recojo algunos de aquellos trabajos
—considerando la cronología de su publicación y con la seguridad de no poder
incluir a muchos otros— a modo de ofrenda tardía para Manuel Marzal en forma de
un ramillete de ideas sobre las maneras de entender la ética.
Quizás
uno de los primeros antropólogos que comienza a considerar el tema de la ética
sea José Luis González, en el diagnóstico que se hace sobre La religión popular
en el Perú (1987). El capítulo VIII de este libro desarrolla la dimensión ética
de las personas en el campo de la religiosidad popular y que Marzal hace
alusión en Los caminos religiosos... (p. 256). En dicho estudio se analiza las
«obras» del cristiano, los pecados y cómo entender las condiciones sociales.
Las conclusiones van en la siguiente dirección: la fuerza de la ética o del
juicio de valor se deriva de los derechos elementales del hombre: vida,
trabajo, etcétera; que la ética popular obtiene sus criterios de vida de las
exigencias de la realización humana; que el juicio ético popular se encuentra
en la relación «Dios-hombre-norma ética-relaciones sociales» (González 1987:
159), vale decir que la relación del hombre con Dios es el fundamento de la dignidad
y el respeto que la persona se merece. Sin embargo, en el campo de las
relaciones interpersonales (matrimonio, sexualidad) los criterios éticos que se
generan en el campo popular son diferentes a las inculcadas por la moral
tradicional. Por ejemplo, se valora la «convivencia» sin que signifique un
pecado, pero también hay conciencia de que el matrimonio sigue siendo una forma
de realización de la persona y el divorcio es jugado como nocivo por la mayoría
de los entrevistados.
1.10.
¿Qué es aquello a lo que podemos denominar bien en sí o bien incondicional?
En nuestro contexto
sociocultural actual, es la dignidad de cada persona, que debe ser admitida y
garantizada jurídicamente y defendida políticamente. La dignidad es aquello que
debe constituir el núcleo principal de toda ética filosófica y de toda
deontología profesional que se precie.
Emmanuel Derieux
sostuvo que, gracias a la deontología, la ética profesional adquiere un
reconocimiento público; y es que la moral individual se hace trascendente en el
campo de la profesión. La deontología surge como una disciplina que se ocupa de
concretar normas en el ámbito profesional para alcanzar unos fines.
CONCLUSIÓN
·
La ética en el campo político atraviesa su
forma más dramática cuando vemos en el horizonte más cercano maneras de actuar
impunemente y que son aceptadas sin ambages por el sentido común.
·
La agonía de la ética está en manos de las
personas y las instituciones que quieren comprometerse en cambiar las
condiciones de vida no deseables. Agon es el término griego que se puede
traducir por «lucha». Por ello, la agonía de la ética es la lucha por la vida
mejor, que el mundo de las «moralidades» sea también «ético». Cuando Manuel
Marzal dejó este mundo para encontrarse con lo Realmente Real, el reloj de la
historia ha seguido marcando el ritmo de la vida y sus campanadas siguen
alertando aquello que no se debe dejar de investigar y reflexionar: las formas
en que se producen las desigualdades, los fundamentalismos sectarios, las
solidaridades corruptas y las impunidades en los diversos campos de la vida
humana; pero también cómo se construyen los reconocimientos de lo diverso, cómo
se hacen más tolerantes las personas, cómo se hacen más diáfanos los servicios
públicos y, finalmente, cómo se hacen más humanos los que detentan el poder.
BIBLIOGRAFÍA
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